Arquitectura y Espiritualidad
Desde los orígenes de la humanidad, la vivienda ha acompañado a las personas y, a medida que se expandieron por el mundo, las formas de construir fueron tomando características propias en cada lugar. Esa diversidad arquitectónica es la que el arquitecto Pablo Luna ha convertido en una parte esencial de su trabajo.
Pablo proviene de una familia ligada a la cultura y las artes. Nació y creció en Chile, y en su adolescencia se trasladó a Nueva York. Durante este período de búsqueda y crecimiento personal, descubrió su propósito: crear espacios en sintonía con el entorno natural y cultural, donde el amor y la tranquilidad puedan florecer.
Tiempo después ingresó a la Universidad de Columbia, en New York, donde recibió bases sólidas para su carrera. «Allí me acerqué a la fenomenología de la arquitectura, a entender el espacio desde la experiencia sensorial y emocional. Me interesé por la escultura, por lo filosófico del habitar, y por cómo la arquitectura puede enraizarse en las comunidades, dialogando con su territorio, su memoria y sus formas de vida».
Posteriormente, en Indonesia, pudo llevar estos conocimientos a la práctica. Fue específicamente la isla de Bali la que lo condujo a definir el camino que quería seguir como arquitecto. El contacto con la naturaleza, el legado artesanal y la armonía con el medio ambiente lo conmovieron profundamente.
«Aprendí desde la experiencia directa, construyendo con las manos, trabajando de cerca con artesanos y sintiendo el comportamiento de materiales naturales como la tierra, el bambú y la madera. Entendí que un plano no dice todo, que hay cosas que solo se revelan al estar presente en el lugar». Continúa leyendo en nuestra versión digital…
@pablolunastudio
—Por Maite Agurto. Fotografía Gentileza Pablo Luna Studio. Crédito Matías Allendes.